2 de febrero de 2011

Un Apolo Citaredo, del S. II d.C. en el Museo Británico


Pues merced a las Musas y a Apolo, el Certero Flechador
existen sobre la tierra los aedos y los citaristas
(Himno homérico a las Musas y a Apolo)


El culto de Apolo se extendió por todo el ámbito griego, donde multiplicidad de advocaciones locales daban respuesta a tan versátil deidad.  Como han señalado  algunos autores,  este culto fue  uno de los más antiguos y de los más importantes del mundo griego; ya en la época homérica estaba extendido por toda la costa de Asia Menor, acaso porque fuera un culto de origen asiático, como el de Afrodita.  Su introducción en Roma se relaciona con las primeras colonias de los griegos establecidas en la parte meridional de Italia.  Sin embargo, los romanos redujeron  su complejidad, centrándola en los aspectos de la sanación  (Apollo Medicus) y la música (Apollo Paean), aunque en determinadas ocasiones no olvidaron otros aspectos de su carácter. Como  músico, Citaredo y Musagetas, los primeros testimonios iconográficos del dios pertenecen a la Grecia arcaica, momento en el que, a la sombra de las tradiciones épico-legendarias, se forjó su imagen: tanto en solitario como en compañía de las divinas Musas.   Muchas de las estatuas de culto llegadas a nuestros días muestran a Apolo  según dicha advocación, como Citaredo o Musagetas.

Esta imagen  de culto es un prototipo canónico de Apolo como inspirador de las artes, como el más bello de los dioses y como representación del ideal clásico de belleza formal, claridad, juventud, moderación y mesura. Es una obra de esmerada  ejecución,  en la que el dios ha sido representado  de  manera indolente, de acuerdo con los patrones estéticos que caracterizan al arte helenístico: una figura estante,  en marcado contrapposto. Posee  idealizadas facciones  e imponente anatomía, mórbida y poderosa al mismo tiempo.  El dios músico dirige su atención hacia la cítara que sostiene en su mano izquierda, mientras, el brazo derecho –hoy perdido- se  dispondría  alzado  y probablemente flexionado sobre la cabeza para sostener el plectro.  Modelos iconográficos similares pueden hallarse en las estatuas conservadas actualmente en el Museo Capitolino (fig. B), Museo de Pérgamo (fig.C) , Museo de Estambul (fig. D) o la del Museo del Louvre (fig. E).

 El rostro aparece muy idealizado,  imitando los modelos del arte postclásico, con  la boca menuda y alta,  el mentón prominente, los ojos rasgados y  la nariz recta. La tersura de  su piel contrasta con la cabellera,  larga y ondulada, de gran plasticidad;  dicha cabellera se dispone  con delicadeza  a ambos lados del rostro,  en  caprichosos bucles que caen sobre los hombros y  queda ceñida con una corona de laurel.  Aunque hoy perdido, el cabello pudo estar anudado también mediante el sagrado Króbilos.

Apolo exhibe  un cuerpo desnudo lleno de vigor: su figura describe  una leve pero verosímil torsión del pecho, bien musculado y  técnicamente intachable. Un manto que cae por debajo de su sexo le cubre las piernas,  en un intrincado juego de  profundos pliegues.  Se produce  así, de nuevo, el contraste entre la suavidad del torso desnudo en el que apenas si se detiene la luz en la musculatura  y el claroscuro barroquizante  producido por dichos plegados. Bajo el manto asoman los pies del dios, que calza sandalias.  La cítara  ha perdido el puente y las cuerdas; posee caja de resonancia adornada con peltas y un perfil interno mixtilíneo, muy elaborado.  El instrumento está colocado sobre un tronco arbóreo, de cuyas ramas penden  un carcaj y un arco y en el que se enrosca,  en voluptuosas curvas, un gran ofidio, cuyo extremo  está siendo aplastado por el pie izquierdo del dios (quizá sea esta la razón principal por la que el dios va calzado).  Todos estos atributos muestran al dios como vencedor de la oscuridad  (dios oracular, poseedor del don profético, dios de la sanación) y músico al mismo tiempo, advocaciones que, como decíamos al principio, fueron las  habituales en las provincias romanas  durante el alto Imperio.

Observaciones:
Esta estatua procede del templo de Apolo en Cirene (actual Libia) y  en el momento de su hallazgo estaba fragmentada en 212 pedazos, tumbada junto al gran pedestal en el que estaría originariamente erguida; fue sometida a una laborioso proceso de  restauración en el Museo Británico, aunque no se  pudo recuperar su brazo derecho (Higgs, P.). La  exhumación de la pieza  corrió a cargo de R. M. Smith.

 British Museum: GR 1861.7-25.1 (Cat. Sculpture 1380)

 Bibliografía
  •   BERNABÉ PAJARES, A.:Himnos Homéricos. La Batracomiomaquia,  Madrid, 1988.
  • FERNÁNDEZ GALIANO, E., LÓPEZ MELERO, R. Y FALCÓN MARTÍNEZ, C.: "Apolo" en   Diccionario de mitología clásica, Madrid, 1980.
  • HIGGS, P., “The Cyrene Apollo”, History Today, 44 (11), pp. 50-54.
  • MOLINA, F., “Quinteto para dioses músicos en la mitología griega”, Estudios clásicos, 113, Madrid, 1998.
  • RODRÍGUEZ LÓPEZ, “Iconografía de Apolo y las Musas  en el arte antiguo y sus pervivencias en el arte occidental”. Cuadernos de Arte e Iconografía 
  • Versión on line en: http://www.fuesp.com/revistas/pag/cai26g.pdf
  •  RONCHEAUD, L. DE: “Apolo”, en DARENBERG, Ch.-SAGLIO, E., Dictionnaire des Antiquités grecques et romaines Graz, 1969.
  • http://www.britishmuseum.org/explore/highlights/highlight_objects/gr/c/marble_statue_of_apollo.aspx
 
© María Isabel Rodríguez López

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